A pesar de que la palabra cáncer suele aterrorizar al paciente, el pronóstico de los pacientes que padecen un cáncer de tiroides suele ser excelente. En primer lugar, la mayoría son curables mediante cirugía. En segundo lugar, no suelen causar daño ni discapacidad. Y en tercer lugar, existen tratamientos efectivos y bien tolerados para la mayoría de los tipos de cáncer de tiroides.
Los siguientes factores aumentan el riesgo de padecer un cáncer de tiroides:
- Tener entre 25 y 65 años de edad.
- Ser mujer.
- Ser asiático.
- Tener un familiar que haya tenido una enfermedad de tiroides.
- Ser sometido a un tratamiento de radiación en el cuello o en la cabeza.
Entre las señales que indican la posibilidad de un cáncer de tiroides, la más indicativa suele ser una inflamación o nódulo en el cuello. Sin embargo, la mayoría de las personas que tienen un cáncer de tiroides no tienen síntomas. El 99% de los nódulos de tiroides no son un cáncer, la mayoría son benignos. De hecho, entre un 80 y un 90 por ciento de todos nosotros tenemos nódulos y menos de un 1% de ellos puede ser un cáncer. No obstante, ante cualquiera de los síntomas siguientes, es recomendable acudir a un especialista:
- Inflamación o masa anormal en el cuello, que se agranda rápidamente.
- Dolor en la parte frontal del cuello, que en ocasiones llega hasta los oídos.
- Voz ronca o cambios de voz que no desaparecen.
- Problemas para deglutir.
- Problemas para respirar.
- Una tos que no es debida a un resfriado.
Muchos desórdenes y enfermedades que no se corresponden con un cáncer pueden presentar algunos de los síntomas arriba mencionados, sin embargo, nunca está de más comprobarlo con un examen médico. De serlo, cuanto antes reciba un tratamiento, más efectivo será.
Para diagnosticar el cáncer de tiroides, el especialista completará su historial médico con sus factores de riesgo, problemas de salud, síntomas… Y le preguntará si alguien de su familia ha tenido tumores en las glándulas suprarrenales o alguna enfermedad de tiroides.
Durante la exploración física, comprobará si el tamaño de su tiroides es normal o si tiene algún nódulo inflamado.
Entre las pruebas que podría solicitar figuran las siguientes:
Biopsia. La biopsia se lleva a cabo mediante una fina aguja de aspiración con objeto de averiguar si el nódulo es cancerígeno. Se pueden tomar más muestras que se analizarán bajo el microscopio para determinar si las células son cancerígenas o benignas.
Si el resultado de la biopsia no es determinante y es sospechoso o atípico, el especialista podría solicitar una biopsia de mayor tamaño.
Resonancia magnética y escáner. Un escáner o resonancia magnética se puede realizar por varias razones, también para averiguar si el cáncer es benigno, su extensión, así como para determinar si el tratamiento será efectivo.
Ultrasonido. El ultrasonido crea imágenes por medio de ondas y ecos. La prueba es determinante para averiguar si el nódulo es sólido o si está relleno de líquido, sin embargo, no puede distinguir si se trata de un cáncer o si es benigno.
Rayos X de tórax. La radiografía de tórax puede mostrar si el cáncer se ha extendido a los pulmones, especialmente si se padece de un cáncer de tiroides folicular.
Analítica de sangre. La analítica no distingue si es cancerígeno o benigno, pero puede ayudar a comprobar la actividad general de la glándula tiroidea.
Se conocen cuatro tipos de cáncer de tiroides, siendo unos más comunes que otros:
- Papilar y/o mixto papilar/folicular.
- Folicular y/o célula de Hürthle.
- Medular
- Anaplásico.
La mayoría son curables, de hecho, el cáncer papilar y el folicular son los más curables. Prácticamente entre un 70 y un 80% de los cánceres de tiroides son papilares. En los pacientes más jóvenes, hay un 97% de probabilidades de curación si son tratados de la forma adecuada. Suelen aumentar de tamaño lentamente y se extienden primero a los nódulos linfáticos del cuello. El cáncer folicular de tiroides abarca entre un 10 y un 15% de los cánceres de tiroides. Y al igual que el papilar, suele extenderse hacia el nódulo linfático del cuello. Ambos son tratados retirando por completo el lóbulo donde está alojado el cáncer, así como la mayor parte del otro lado. La mayoría son papilares, los más curables de todos los que pueden padecer los humanos.
El cáncer medular de tiroides es bastante menos común, aunque tiene un pronóstico peor. Suele extenderse y necesita una extracción quirúrgica más agresiva que los conocidos como papilares y foliculares. Además, en este caso es necesario extirpar el tiroides por completo, así como diseccionar los nódulos linfáticos frontal y lateral del cuello. Suele desarrollarse en familias y estar asociado con otros problemas endocrinos.
El cáncer menos común pero más agresivo es el carcinoma anaplásico. Requiere una terapia también más agresiva. Suele tardarse en descubrirlo y en la mayoría de los casos no se puede curar. En ocasiones, no se puede extirpar todo el tumor.
La mayoría de los pacientes que han sido operados de cáncer de tiroides necesitan un tratamiento con yodo radioactivo. Si se prevé una cura, casi todos deben iniciar un tratamiento con yodo.
Los pacientes con cáncer medular de tiroides no suelen necesitar una terapia con yodo porque el cáncer medular casi nunca lo absorbe.
Algunos carcinomas papilares pequeños tratados con tiroidectomía podrían no necesitar tampoco ninguna terapia con yodo. Sin embargo, es importante recordar que cada paciente es distinto, y cada cáncer también. Sólo el especialista lo determinará.
La primera terapia de cualquier tipo de cáncer de tiroides suele ser la cirugía. Por lo general se intenta eliminar la glándula tiroides completa, o tanto como se pueda. Después de la cirugía, el paciente tendrá que seguir una dieta de reemplazo hormonal de tiroides de por vida.
En el caso de que el cáncer sea grande, se haya extendido a los nódulos linfáticos, o si el especialista opina que tiene un gran riesgo de que vuelva a surgir el cáncer, podría utilizarse una terapia con yodo radioactivo para destruir las células cancerígenas del tiroides.
La terapia con yodo radioactivo suele dar un resultado excelente en los pacientes que tienen un cáncer papilar o folicular. En el caso de que el especialista decida seguir este tipo de terapia, el paciente tendrá niveles elevados de TSH, lo que hará que – durante un tiempo – padezca de hipotiroidismo. Para minimizar este efecto, es probable que se le prescriba algún medicamento.
Todos los pacientes operados por cáncer de tiroides tienen que acudir a consulta del especialista para completar un seguimiento rutinario, que abarcará muchos años después de un tratamiento con éxito. Este seguimiento incluirá la elaboración de un historial médico completo, exploración física, así como analíticas hormonales para comprobar los niveles de las hormonas de tiroides. Los resultados confirmarán si todo va bien o si es necesario hacer más pruebas.
Por lo general, el pronóstico de un cáncer de tiroides es bueno. Mejor en pacientes jóvenes que en los que sean mayores de 40 años.
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